Hoy existen diversas miradas acerca de la maternidad. Pero más allá de eso hay un hecho innegable: convertirse en madre cambia la vida. Y Creuza Benedito, socia del Sindicato 2, lo resume en una frase: “Ser mamá te entrega humanidad. Hace que broten emociones que uno no cree tener”. Así de importante, así de claro.
Creuza es madre de tres niñas de 22, 17 y 7 años. El destino quiso que fueran tres y no cinco. ¿Por qué? Porque sufrió dos pérdidas, una de término y otra en el útero, pero no duda en decir que es madre de cinco niños. “Siempre tuve que compatibilizar trabajo, estudio y maternidad. Trabajé desde los 16 años y fui madre a los 19, pero nunca me sentí terrible o abatida por eso. Salí adelante porque amé el hecho de convertirme en mamá”, señala.
Este sentimiento de Creuza tenía una explicación: ella se crio con sus abuelos, sin tener nunca una figura materna ni paterna a su lado, lo que la hizo desear con fervor convertirse en madre y tener muchos hijos.
Red de apoyo
Llegó un día en que Creuza formó una familia y recibió con alegría a su segunda hija. Coincidió con su traslado a Curicó, ciudad a la que le costó adaptarse por su mayor tamaño, vida más impersonal y falta de red de apoyo.
Pero esta socia es una luchadora y diez años después se sintió nuevamente plena al nacer su tercera hija. “Reconozco que ser mamá ha sido un desafío para mí porque nunca tuve un modelo de mamá o papá. Pero no tuve miedo: tener a mis hijas fue una bendición”, comenta.
Dolor de madre
Su cuarto embarazo trajo consigo un instante doloroso que ninguna persona desea vivir: la muerte de un hijo. A los 6 meses de gestación se sintió mal, tuvo decaimiento y los médicos le informaron que el niño podía adelantarse. A los diez días estaba en pabellón, en trabajo de parto y con un bebé inmaduro para enfrentar el mundo. Nada se pudo hacer: el pequeño falleció tras salir del útero, sin explicación alguna del porqué.
Por primera vez, el miedo y la impotencia se apoderaron de Creuza. Y lo más difícil de todo es que tiempo después revivió este trance con la pérdida de su quinto hijo, a los 4 meses de embarazo. “Tras la primera pérdida yo me preguntaba si acaso el problema era yo. Era angustiante, y por lo mismo estaba en un proceso de cuidarme y no tener más hijos. Sin embargo, me embaracé y mi bebé murió dentro del vientre. Fueron momentos de soledad y donde conocí muy de cerca el miedo. Tras esas dos experiencias, hoy no vislumbro mi vida sin mis tres hijas”, comenta.
Una pequeña bendición
Pero la vida se encargó de darle un gran regalo a esta socia: una pequeña nieta que se ha convertido en su sostén y hacia la que ha volcado todo el amor que no pudo darle a los dos niños que no están. “Mis hijas son mi enigma hasta el último de mis suspiros; mas mi nieta es el testimonio cuando ya no tenga suspiro”, señala.
Creuza es hoy una mujer activa, una mamá orgullosa, una abuela cariñosa y una excelente trabajadora. Aunque reconoce que anda con la adrenalina a mil todos los días, disfruta cada momento dedicado a su familia. Y por lo mismo, nunca ha sentido como algo difícil el compatibilizar maternidad y trabajo. “Uno decide tener familia y el trabajo es algo anexo a ello. Para mí eso está claro, por lo que ser mamá es mi primera tarea. Y es que cuando yo me sentí en un abismo, mis hijas me dieron oxígeno para sobrevivir. Verlas hermanables, compartir en familia, ir a la playa, cantar o disfrutar del fútbol son momentos impagables hoy para mí. Esto era lo que yo quería para mi vida”, finaliza.